La ruptura entre ciudadanía y régimen puede llegar a resquebrajar y refundar el orden político. En los siglos XX y XXI, en México, esta ruptura se ha hecho notoria -y ha tenido efectos contundentes- en 1910, 1968, 1988, 1994, 2000 y 2014, año de la desaparición forzada de 43 estudiantes de Ayotzinapa. La falta de justicia, verdad y reparación para las víctimas en un caso donde se combinaron fuerzas de la delincuencia con fuerzas del Estado en una operación siniestra, ha sido calificada por el juez Baltasar Garzón como una "vergüenza para la humanidad" y ha causado repudio en México como en el resto del mundo. Esto, sumado a escándalos de corrupción de funcionarios del más alto nivel y otras lesiones graves a los derechos humanos como las masacres de Tlatlaya y Apatzingán a manos de policías y militares, generó que los índices de popularidad de las instituciones públicas descendieran a niveles históricos. Las elecciones políticas de 2015 dieron prueba de este quiebre; con las rendijas de candidaturas independientes, proyectos alternativos y voto nulo, sectores amplios de la ciudadanía reclamaron nuevas formas de gobierno y de hacer política, en clara oposición a las establecidas.
La imaginación ciudadana al poder
Escribe José Ramón Cossío en Bosquejos constitucionales: “La
ciudadanización de la política o, si se quiere, del acontecer público, fue de
enorme importancia, en tanto que, primero, permitió construir un discurso
alternativo a aquél que desde el Estado se imponía de manera hegemónica y,
segundo, permitió el acceso al poder de individuos que no guardaban relación
alguna con el poder político priísta”. Se puede decir ahora que el discurso de
la ciudadanización puede permitir también el acceso al poder a individuos y
proyectos sin relación alguna con el poder político partidista (además de otros
intereses), no sólo priísta ya. Continúa Cossío: “Al comenzar a hablarse de
ciudadanía, se logró separar entre la forma cotidiana y hegemónica de ejercicio
del poder, a efecto de identificar y reconstituir a un titular del poder que,
en tanto originario, no podía guardarse una relación permanente (sino meramente
circunstancial) con las formas políticas. Al volver a hablarse de ciudadano, y
al suponerlo titular del ejercicio político, se estaba en posibilidad de distinguirlo
de las modalidades históricas por la que atravesaba el país y, como
consecuencia de ello, dar sentido a una serie de reivindicaciones específicas
(…) Preservar determinados ámbitos de decisión para la ciudadanía, es una forma
de ejercer de nueva cuenta ese tipo de discurso. La segunda vertiente del
proceso democrático, tiene que ver con la instauración de la democracia
sustantiva”.
Las rupturas sociales, cuanto más
profundas, más tardan en fraguarse y volverse visibles. Pero, una vez se
producen, conllevan el cambio inevitable. Desde años previos a 1910, ciudadanos
deliberaban ya que el régimen de Porfirio Díaz no daba más de sí, y su
terquedad por continuar en el poder era un signo obsoleto de las monarquías, no
de los nuevos tiempos. La democracia era
entonces, como hoy, el concepto clave para reclamar y refundar el orden de las
fuerzas políticas y sociales en el país. Por eso el reclamo de no-reelección
que enarboló Madero capitalizó los ánimos sociales y lanzó a una revolución que
tardaría siete años en traducirse como proceso constituyente y veinte años en
cristalizarse como Gobierno (sin duda, el sexenio presidencial de mayor calado
democrático y popularidad que se recuerde, el de Lázaro Cárdenas, es el reflejo
más nítido de los ideales revolucionarios y constitucionales).
Suele decirse que “la democracia es el
menos malo de los sistemas políticos”. Sin duda, la democracia es, históricamente,
el esfuerzo más exitoso para evitar la perpetuidad de un solo individuo o grupo
en el poder. Pero, una vez se ha asentado en la mayor parte de los países, la
democracia exige profundidad, matices, mejoras. Ha nacido, como cualquier
invento humano, con margen de error; además, tratándose de un experimento
social, su desarrollo tiene tantas variantes como pueblos, idiosincrasias y
circunstancias impredecibles suceden en las geografías humanas.
Uno de los problemas de la democracia,
como ha señalado Juan Carlos Monedero, es el problema de la representación: “La
condición representativa del Estado deja fuera al conjunto de la sociedad (…)
Es extremadamente fácil que las reuniones con los representantes de la
economía, de otros países, del Vaticano, de las grandes empresas, de otros
partidos, no te deje tiempo para reunirte con esa mayoría popular que es
supuestamente para quien estás gobernando”. En Curso urgente de política para gente decente, escribe: “Estamos
ante una crisis integral de las democracias liberales representativas,
incapaces de incluir a la mayoría de la población. El agotamiento del sistema y
la incapacidad de los actores políticos de proponer soluciones integradoras es
más que evidente”. Y cita a Antonio Gramsci: “Si la clase dominante ha perdido
el consentimiento, o sea, ya no es ‘dirigente’, sino sólo ‘dominante’,
detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se
han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo
cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo
sin que pueda nacer lo nuevo...”.
Precisamente en esta dimensión se abre,
como una grieta, la ruptura entre ciudadanía y los políticos que, en teoría,
les representan. Además de las limitaciones intrínsecas en el modelo de
democracia representativa, la distancia entre representantes y representados se
ahonda cuando los primeros incurren en casos de corrupción o se enriquecen
inexplicablemente, además de mostrarse incompetentes a la hora de gobernar.
Cuando la ley se defrauda o es producto de la tiranía o la injusticia, la impunidad y la falta de límites corroen los
cimientos cívicos. Cuando no se sancionan los delitos pero además son
funcionarios públicos quienes los cometen, entonces la ciudadanía se opone o se
recluye, pero en cualquier caso el régimen pierde credibilidad y sustancia
democrática.
Modelos democráticos en construcción
Modelos democráticos en construcción
Las elecciones son el ejercicio natural de la democracia, pero, a menudo, cuando la democracia se dedica exclusivamente a mejorar sus procesos para sufragar, se olvida que la democracia es mucho más amplia que el sólo hecho de convocar a la ciudadanía a una votación. De entrada, como señala Giovanni Sartori, "la democracia electoral no decide las cuestiones, sino que decide quién decidirá las cuestiones" (La democracia en 30 lecciones). Aunque son el método más fiable y
transparente para elegir a quienes tomarán los mandos institucionales y el
poder público, las elecciones consisten en un proceso de exclusión: la
ciudadanía elige entre opciones que le imponen, y no necesariamente una de esas
opciones le atrae. Se ha demostrado que la gran mayoría de las personas que se
abstienen de votar lo hacen porque no sienten simpatía por ningún candidato
o partido que se presenta. Es decir, si hubiera una opción que les convenciera
irían a votar. También se expresan en este sentido –aunque con mayor peso
político- quienes van a las urnas pero anulan sus votos.
La democracia se profundiza con la
democracia participativa o sustantiva, más allá de la representativa. "En la democracia como participación -escribe Sartori- la idea es que existe un ciudadano participante que decide él mismo también las cuestiones (en vez de delegar en los representantes). ¿Es posible? O mejor dicho, ¿hasta qué punto es posible?". Si bien
las sociedades no han inventado aún los mejores modelos para hacer efectiva esta
forma de organizarse, hay esfuerzos que producen no sólo avances sino nuevas posibilidades para enfocar el problema: las cooperativas (donde
no hay un centro que represente a los márgenes sino un poder que se ejerce
horizontalmente), la revocación de mandato (para cuando el representante deja
de representar a la ciudadanía), los consejos de gobierno colectivo (como el
gobierno purépecha en Cherán, integrado no por un gobernante sino por una
docena que se reúne para deliberar, analizar y decidir en conjunto; esta
dinámica reduce aún más el poder concentrado en una sola persona y echa mano
del trabajo colectivo), presupuestos ciudadanos (donde la ciudadanía decide qué
obras quiere que el Gobierno realice con sus impuestos), consultas populares
(para que, en determinados temas de relevancia pública, la ciudadanía tome la
decisión que considere apropiada), la segunda vuelta electoral (para que el
gobierno elegido llegue con el mayor número de votos y, por lo tanto, mayor
legitimidad). También las candidaturas independientes o los proyectos políticos
que trascienden los partidos para buscar mayor vínculo con la ciudadanía son
fórmulas democráticas novedosas que estimulan la participación cívica (donde la
ciudadanía ya no sólo decide quién la va a representar sino los mismos
ciudadanos, sin militancia en un partido o incluso sin profesión política,
aspiran y ejercen el poder). Están pendientes la democratización de los medios
de comunicación, del poder judicial, de la economía, y también de dinámicas
empresariales, pues los modelos democráticos –el derecho a decidir de las
personas que conforman una sociedad humana sobre asuntos que le afectan- trascienden la esfera de lo
público.
La democracia se renueva en el
ejercicio de las libertades y los derechos, el pensamiento crítico, las
manifestaciones y asambleas, la conversación pública, las multitudes diversas más allá de
las hegemonías. A diferencia del fascismo, donde las personas son herramientas
prescindibles que engranan para aceitar un sistema que funciona para sí y forma
individuos incapaces de contravenir el peso del poder que es
avasallador, en la invención democrática la ciudadanía es el sujeto y centro de
toda forma de poder y organización. Por ello el Constituyente de Querétaro de
1916-1917, obligado a constituir la
primera renovación democrática y la primera gran crisis de legitimidad del
régimen político en México en el siglo XX, redactó que la “soberanía nacional
reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del
pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo momento
el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”
(Artículo 39). Del mismo modo, el discurso y ejercicio de los derechos humanos
va en un sentido democrático donde el ciudadano es irreductible, y por ello toda
autoridad está obligada a respetar y proteger sus garantías individuales en cualquier situación.
Apuntes
específicos sobre las elecciones de 2015
- El voto nulo (4.9%) en el Congreso de
Diputados Federales supera a los partidos PT, Nueva Alianza, Humanista y ES.
- En Guadalajara gana Enrique Alfaro,
quien introdujo en México por primera vez la revocación de mandato. Obtiene la
victoria con 51% de los votos. Además, su proyecto obtiene el triunfo en otros
23 municipios de Jalisco y en 9 escaños del Congreso local.
- En Nuevo León y en Morelia ganan
candidaturas independientes. El del Bronco se vuelve un episodio no sólo
político sino mediático. También ganó Clouthier como independiente en el
Congreso Federal y el estudiante Kumamoto en el Congreso de Jalisco. Una
encuesta realizada por El Informador en
esa región, demuestra que la ciudadanía considera el triunfo de este candidato
independiente (32%) como “lo más destacable del resultado electoral”. Le siguen
“el triunfo de Alfaro y Movimiento Ciudadano” (30.8%), la derrota del PRI
(22.5%), la participación ciudadana (7.9%) y la alternancia (5.9%). (La llegada al poder de candidatos
independientes también ocurrió en España; en Madrid y Barcelona, donde gobierna ahora Ada Colau, que se dio a conocer por organizar manifestaciones contra los
desahucios).
- En Yurécuaro, Michoacán, gana Morena,
que postuló a Enrique Hernández, autodefensa, asesinado en una plaza pública
durante la campaña. Con él fueron 16 candidatos asesinados durante las campañas electorales.
- El PRD descalabra en Guerrero y D.F., donde asciende Morena.
- El boicot electoral: no sólo fue en
Tixtla, Guerrero, por el reclamo de la desaparición de 43 estudiantes y el
homicidio de otros más; también ocurrió en Michoacán: indígenas bloquearon
accesos y evitaron instalación de casillas, amparados en la Constitución y su
derecho a la libre determinación y autonomía. Democracia es cuando las
instituciones son herramientas en beneficio de las personas. Pero cuando las
personas son socavadas en sus derechos fundamentales por las instituciones o
por la omisión de estas, boicotear una elección es un mínimo clamor de
justicia.
- La labor voluntaria de ciudadanos elegidos
por sorteo que atienden a la población el día de la elección es quizá la fase del proceso más encomiable.
Emilio Toledo M.