12.6.15

Renovación democrática



La ruptura entre ciudadanía y régimen puede llegar a resquebrajar y refundar el orden político. En los siglos XX y XXI, en México, esta ruptura se ha hecho notoria -y ha tenido efectos contundentes- en 1910, 1968, 1988, 1994, 2000 y 2014, año de la desaparición forzada de 43 estudiantes de Ayotzinapa. La falta de justicia, verdad y reparación para las víctimas en un caso donde se combinaron fuerzas de la delincuencia con fuerzas del Estado en una operación siniestra, ha sido calificada por el juez Baltasar Garzón como una "vergüenza para la humanidad" y ha causado repudio en México como en el resto del mundo. Esto, sumado a escándalos de corrupción de funcionarios del más alto nivel y otras lesiones graves a los derechos humanos como las masacres de Tlatlaya y Apatzingán a manos de policías y militares, generó que los índices de popularidad de las instituciones públicas descendieran a niveles históricos. Las elecciones políticas de 2015 dieron prueba de este quiebre; con las rendijas de candidaturas independientes, proyectos alternativos y voto nulo, sectores amplios de la ciudadanía reclamaron nuevas formas de gobierno y de hacer política, en clara oposición a las establecidas.  

La imaginación ciudadana al poder

Escribe José Ramón Cossío en Bosquejos constitucionales: “La ciudadanización de la política o, si se quiere, del acontecer público, fue de enorme importancia, en tanto que, primero, permitió construir un discurso alternativo a aquél que desde el Estado se imponía de manera hegemónica y, segundo, permitió el acceso al poder de individuos que no guardaban relación alguna con el poder político priísta”. Se puede decir ahora que el discurso de la ciudadanización puede permitir también el acceso al poder a individuos y proyectos sin relación alguna con el poder político partidista (además de otros intereses), no sólo priísta ya. Continúa Cossío: “Al comenzar a hablarse de ciudadanía, se logró separar entre la forma cotidiana y hegemónica de ejercicio del poder, a efecto de identificar y reconstituir a un titular del poder que, en tanto originario, no podía guardarse una relación permanente (sino meramente circunstancial) con las formas políticas. Al volver a hablarse de ciudadano, y al suponerlo titular del ejercicio político, se estaba en posibilidad de distinguirlo de las modalidades históricas por la que atravesaba el país y, como consecuencia de ello, dar sentido a una serie de reivindicaciones específicas (…) Preservar determinados ámbitos de decisión para la ciudadanía, es una forma de ejercer de nueva cuenta ese tipo de discurso. La segunda vertiente del proceso democrático, tiene que ver con la instauración de la democracia sustantiva”. 

Las rupturas sociales, cuanto más profundas, más tardan en fraguarse y volverse visibles. Pero, una vez se producen, conllevan el cambio inevitable. Desde años previos a 1910, ciudadanos deliberaban ya que el régimen de Porfirio Díaz no daba más de sí, y su terquedad por continuar en el poder era un signo obsoleto de las monarquías, no de los nuevos tiempos.  La democracia era entonces, como hoy, el concepto clave para reclamar y refundar el orden de las fuerzas políticas y sociales en el país. Por eso el reclamo de no-reelección que enarboló Madero capitalizó los ánimos sociales y lanzó a una revolución que tardaría siete años en traducirse como proceso constituyente y veinte años en cristalizarse como Gobierno (sin duda, el sexenio presidencial de mayor calado democrático y popularidad que se recuerde, el de Lázaro Cárdenas, es el reflejo más nítido de los ideales revolucionarios y constitucionales).

Suele decirse que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. Sin duda, la democracia es, históricamente, el esfuerzo más exitoso para evitar la perpetuidad de un solo individuo o grupo en el poder. Pero, una vez se ha asentado en la mayor parte de los países, la democracia exige profundidad, matices, mejoras. Ha nacido, como cualquier invento humano, con margen de error; además, tratándose de un experimento social, su desarrollo tiene tantas variantes como pueblos, idiosincrasias y circunstancias impredecibles suceden en las geografías humanas.

Uno de los problemas de la democracia, como ha señalado Juan Carlos Monedero, es el problema de la representación: “La condición representativa del Estado deja fuera al conjunto de la sociedad (…) Es extremadamente fácil que las reuniones con los representantes de la economía, de otros países, del Vaticano, de las grandes empresas, de otros partidos, no te deje tiempo para reunirte con esa mayoría popular que es supuestamente para quien estás gobernando”. En Curso urgente de política para gente decente, escribe: “Estamos ante una crisis integral de las democracias liberales representativas, incapaces de incluir a la mayoría de la población. El agotamiento del sistema y la incapacidad de los actores políticos de proponer soluciones integradoras es más que evidente”. Y cita a Antonio Gramsci: “Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es ‘dirigente’, sino sólo ‘dominante’, detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo...”.

Precisamente en esta dimensión se abre, como una grieta, la ruptura entre ciudadanía y los políticos que, en teoría, les representan. Además de las limitaciones intrínsecas en el modelo de democracia representativa, la distancia entre representantes y representados se ahonda cuando los primeros incurren en casos de corrupción o se enriquecen inexplicablemente, además de mostrarse incompetentes a la hora de gobernar. Cuando la ley se defrauda o es producto de la tiranía o la injusticia, la impunidad y la falta de límites corroen los cimientos cívicos. Cuando no se sancionan los delitos pero además son funcionarios públicos quienes los cometen, entonces la ciudadanía se opone o se recluye, pero en cualquier caso el régimen pierde credibilidad y sustancia democrática. 

Modelos democráticos en construcción

Las elecciones son el ejercicio natural de la democracia, pero, a menudo, cuando la democracia se dedica exclusivamente a mejorar sus procesos para sufragar, se olvida que la democracia es mucho más amplia que el sólo hecho de convocar a la ciudadanía a una votación. De entrada, como señala Giovanni Sartori, "la democracia electoral no decide las cuestiones, sino que decide quién decidirá las cuestiones" (La democracia en 30 lecciones). Aunque son el método más fiable y transparente para elegir a quienes tomarán los mandos institucionales y el poder público, las elecciones consisten en un proceso de exclusión: la ciudadanía elige entre opciones que le imponen, y no necesariamente una de esas opciones le atrae. Se ha demostrado que la gran mayoría de las personas que se abstienen de votar lo hacen porque no sienten simpatía por ningún candidato o partido que se presenta. Es decir, si hubiera una opción que les convenciera irían a votar. También se expresan en este sentido –aunque con mayor peso político- quienes van a las urnas pero anulan sus votos.

La democracia se profundiza con la democracia participativa o sustantiva, más allá de la representativa. "En la democracia como participación -escribe Sartori- la idea es que existe un ciudadano participante que decide él mismo también las cuestiones (en vez de delegar en los representantes). ¿Es posible? O mejor dicho, ¿hasta qué punto es posible?". Si bien las sociedades no han inventado aún los mejores modelos para hacer efectiva esta forma de organizarse, hay esfuerzos que producen no sólo avances sino nuevas posibilidades para enfocar el problema: las cooperativas (donde no hay un centro que represente a los márgenes sino un poder que se ejerce horizontalmente), la revocación de mandato (para cuando el representante deja de representar a la ciudadanía), los consejos de gobierno colectivo (como el gobierno purépecha en Cherán, integrado no por un gobernante sino por una docena que se reúne para deliberar, analizar y decidir en conjunto; esta dinámica reduce aún más el poder concentrado en una sola persona y echa mano del trabajo colectivo), presupuestos ciudadanos (donde la ciudadanía decide qué obras quiere que el Gobierno realice con sus impuestos), consultas populares (para que, en determinados temas de relevancia pública, la ciudadanía tome la decisión que considere apropiada), la segunda vuelta electoral (para que el gobierno elegido llegue con el mayor número de votos y, por lo tanto, mayor legitimidad). También las candidaturas independientes o los proyectos políticos que trascienden los partidos para buscar mayor vínculo con la ciudadanía son fórmulas democráticas novedosas que estimulan la participación cívica (donde la ciudadanía ya no sólo decide quién la va a representar sino los mismos ciudadanos, sin militancia en un partido o incluso sin profesión política, aspiran y ejercen el poder). Están pendientes la democratización de los medios de comunicación, del poder judicial, de la economía, y también de dinámicas empresariales, pues los modelos democráticos –el derecho a decidir de las personas que conforman una sociedad humana sobre asuntos que le afectan- trascienden la esfera de lo público.

La democracia se renueva en el ejercicio de las libertades y los derechos, el pensamiento crítico, las manifestaciones y asambleas, la conversación pública, las multitudes diversas más allá de las hegemonías. A diferencia del fascismo, donde las personas son herramientas prescindibles que engranan para aceitar un sistema que funciona para sí y forma individuos incapaces de contravenir el peso del poder que es avasallador, en la invención democrática la ciudadanía es el sujeto y centro de toda forma de poder y organización. Por ello el Constituyente de Querétaro de 1916-1917, obligado a constituir la primera renovación democrática y la primera gran crisis de legitimidad del régimen político en México en el siglo XX, redactó que la “soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo momento el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno” (Artículo 39). Del mismo modo, el discurso y ejercicio de los derechos humanos va en un sentido democrático donde el ciudadano es irreductible, y por ello toda autoridad está obligada a respetar y proteger sus garantías individuales en cualquier situación. 

Apuntes específicos sobre las elecciones de 2015

- El voto nulo (4.9%) en el Congreso de Diputados Federales supera a los partidos PT, Nueva Alianza, Humanista y ES.
- En Guadalajara gana Enrique Alfaro, quien introdujo en México por primera vez la revocación de mandato. Obtiene la victoria con 51% de los votos. Además, su proyecto obtiene el triunfo en otros 23 municipios de Jalisco y en 9 escaños del Congreso local.
- En Nuevo León y en Morelia ganan candidaturas independientes. El del Bronco se vuelve un episodio no sólo político sino mediático. También ganó Clouthier como independiente en el Congreso Federal y el estudiante Kumamoto en el Congreso de Jalisco. Una encuesta realizada por El Informador en esa región, demuestra que la ciudadanía considera el triunfo de este candidato independiente (32%) como “lo más destacable del resultado electoral”. Le siguen “el triunfo de Alfaro y Movimiento Ciudadano” (30.8%), la derrota del PRI (22.5%), la participación ciudadana (7.9%) y la alternancia (5.9%).  (La llegada al poder de candidatos independientes también ocurrió en España; en Madrid y Barcelona, donde gobierna ahora Ada Colau, que se dio a conocer por organizar manifestaciones contra los desahucios).
- En Yurécuaro, Michoacán, gana Morena, que postuló a Enrique Hernández, autodefensa, asesinado en una plaza pública durante la campaña. Con él fueron 16 candidatos asesinados durante las campañas electorales.
- El PRD descalabra en Guerrero y D.F., donde asciende Morena. 
- El boicot electoral: no sólo fue en Tixtla, Guerrero, por el reclamo de la desaparición de 43 estudiantes y el homicidio de otros más; también ocurrió en Michoacán: indígenas bloquearon accesos y evitaron instalación de casillas, amparados en la Constitución y su derecho a la libre determinación y autonomía. Democracia es cuando las instituciones son herramientas en beneficio de las personas. Pero cuando las personas son socavadas en sus derechos fundamentales por las instituciones o por la omisión de estas, boicotear una elección es un mínimo clamor de justicia.
- La labor voluntaria de ciudadanos elegidos por sorteo que atienden a la población el día de la elección es quizá la fase del proceso más encomiable. 

Emilio Toledo M. 

3.6.15

Reloj de arena: Borges de noche


Si alguien duda acerca de la palabra escrita y su perduración en la era electrónica, le hará bien asistir a una conferencia, esa actividad que, se ha dicho, tiene quinientos años de retraso porque ya se inventó la imprenta. La mujer habla de pie y rara vez mira sus notas. Es brillante y aguda. Su sintaxis oral parece impecable. Logra mantener nuestra atención durante una hora.
     Más tarde nos muestran la conferencia transcrita. Resulta ilegible, no tiene sentido, se ha vuelto un caos sin nombre. Faltaron los tonos, los matices, los cambios de dicción, los énfasis, los gestos, las sonrisas, los rubores, el intercambio de miradas. Se hallan ausentes también todos los signos —del párrafo a la coma, de las mayúsculas al punto— que se forjaron en la Edad Media cuando se pasó de la lectura en voz alta a la lectura en silencio. La conferencista no puede "editar" su texto: si quiere publicarlo tendrá que escribir de principio a fin un artículo basado en lo que dijo aquella noche.

     La facilidad de la grabación nos ha hecho olvidar que lo oral es habla y lo escrito es prosa. La prosa se puede decir pero el habla no se puede leer. Este olvido es cada día más grave en las entrevistas: no es posible transcribir tal cual lo que dijo una persona, es indispensable redactarlo. Cuanto se expone en cinco minutos se escribe con mayor precisión en un párrafo que leemos en segundos.


     El stalinismo del mercado


     Tan discutible como la tendencia a encuadernar hasta la última reliquia del santo —las notas para el periódico mural de su escuela secundaria, las cartas a la muchacha conocida en un viaje en barco, el prólogo para los sonetos del abogado que le arregló todos sus asuntos, las ingeniosidades malévolas con las que divertía a sus compañeros de mesa— es la proclividad a hacer libros que no son libros a base de las conferencias del escritor célebre.

     Mientras cada vez menos personas están dispuestas a leer, a leer de verdad, a sus contemporáneos, cada vez hay más público para escucharlos, pedirles autógrafos y retratarse con ellos. En las ferias del libro el escritor es como la vaca en la feria ganadera; si bien, apunta Saramago, es el único modo de darles las gracias a quienes tienen la generosidad infinita de acercarse precisamente a esos libros cuando hay tantos, miles de nuevos títulos todos los días.

     Por desgracia, sin feria ganadera ya no existe lo otro. Nunca más se darán casos como el de Arthur Machen (1863-1947), el autor de El gran dios Pan y Los tres impostores, predilecto de Borges. En medio siglo de actividad literaria Machen obtuvo por todos sus libros un total equivalente a quinientos dólares actuales. Fue afortunado; hoy ninguna empresa lo publicaría porque no vende.
     El stalinismo del mercado es tan feroz como el stalinismo de la historia. Para unos cuantos los grandes tirajes, las inmensas regalías, las casas de campo, los bonos de almacenes, comida y bebida, los viajes al extranjero. Para los demás el Gulag o el terror de caer en él. Supongamos que cuando Borges publicó Historia universal de la infamia hubieran estado vigentes los criterios actuales. Entonces jamás hubiéramos tenido Ficciones ni El Aleph. Sin posibilidad de ver impresos sus libros, Borges hubiese muerto como empleado de una biblioteca y autor de reseñas para Sur y La Nación.

      
     Borges precursor de Windows

     Una obra es sólo aquello que su autor determinó que lo fuera, los libros que admitió en su íntimo canon. Todo lo añadido post mortem es marginalia, juvenilia o gerontilia. No podemos responsabilizarlo de que se exhume cuanto en vida omitió o rechazó. La aparición inesperada de otro "nuevo" libro de Borges, This Craft of Verse (Harvard University Press), nos pone en principio a la defensiva. ¿No bastaba con Siete noches, Borges oral y los innumerables libros de entrevistas? ¿No ha dicho todo y lo ha dicho una y otra vez?
     Se alegará que a partir de 1955 Borges fue "el dictador", como lo llamó Emir Rodríguez Monegal, y no "escribió" la mitad de su obra. Pero basta leerlo para descreer de su aparente oralidad. Caminando por Buenos Aires Borges componía un draft, un borrador. Su mente actuaba como una procesadora de palabras antes de que se inventara el instrumento y realizaba todas las funciones que ahora hacemos con las teclas y el ratón: insert, typeover, undo, redo, cut, paste, delete...
    Este contemporáneo del entonces futuro Bill Gate también lo era de Flaubert. Hacía un save y ya con el texto en su inmaterial disco duro dictaba verso por verso, línea a línea, y no avanzaba a la siguiente hasta quedar satisfecho con cada unidad mínima tras interminables revisiones y correcciones. Borges se consideró ante todo un hacedor, un maker, un faber. Por buena que haya llegado a ser su expresión oral, seríamos injustos con él y su ética literaria si la pusiéramos a la misma altura de su verso y su prosa.
  

Arte y oficio del verso

     A las conferencias en memoria de Charles Eliot Norton que organiza cada año la Universidad de Harvard nuestras letras deben libros como Las corrientes literarias en la América hispánica (Pedro Henríquez Ureña), Lenguaje y poesía (Jorge Guillén) y Los hijos del limo (Octavio Paz). Borges fue el invitado en el invierno de 1967-1968. Las grabaciones se extraviaron como había ocurrido con las de Igor Stravinski, leídas en 1939-1940, que no aparecieron hasta 1970 con el título de Poetics of Music in the Form of Six Lessons. Las cintas —aún no había casettes— se encontraron en una bóveda y 33 años después Calin-Andrei Mihailescu, profesor en la Universidad de Western Ontario, se encargó de organizarlas y anotarlas con verdadero acierto.



 
     Salido de la noche y las tinieblas, auténtico mensaje de ultratumba, This Craft of Verse tiene la singularidad y la importancia de ser el único "libro" que Borges consagró a su mayor pasión, la poesía. 1967 está muy lejos. Quienes escucharon estas conferencias en su mayoría deben de haber muerto y los jóvenes de entonces ya hace mucho que dejamos de serlo.
     Desde ese siglo pasado, para este siglo XXI, Borges habla de poesía a un público que era inimaginable en el año de la muerte del Che Guevara, Vietnam, la guerra de los seis días, la rebelión en los guetos negros de los Estados Unidos, los jipis, Cien años de soledad, el esplendor de los Beatles y también el último gran destello de la colaboración entre Borges y Bioy Casares: las Crónicas de Bustos Domecq, una de las obras que iniciaron la posmodernidad al ser la burla, la parodia y escarnio de aquella misma vanguardia que Borges nos trajo de Europa en 1921. La última conferencia fue el 10 de abril de 1968 cuando ya estaba en movimiento lo que llevó a la rebelión de mayo en París.
     ¿Qué dice Borges? Lo mismo de siempre pero también cosas que no están en ninguna otra parte. Por juego, por burla, por timidez, por aburrimiento, por gratitud, por agresión, Borges jamás negó una entrevista. Fueron tantas que en ellas las ideas fértiles y originales luchan con las barbaridades más ofensivas.
     En las conferencias Borges no dicta, habla. Quien escribe va a lo concreto, el hablante divaga. "El enigma de la poesía" protesta contra quienes la consideran una tarea y no una pasión y un goce. Un libro es un objeto más entre las cosas del mundo hasta que llega el lector y la poesía que yace bajo las palabras vuelve a ser parte de la vida. Importa el poema, no quien lo escribió y da lo mismo que sea un poeta mayor o menor. Si sobrevive —porque el tiempo humilla o enriquece a los versos—, tarde o temprano se volverá anónimo. El toque de la poesía se siente como un estremecimiento. Nadie puede definirla, como es imposible definir el color rojo o el sabor del café. A la pregunta de qué es la poesía sólo se puede responder con lo que San Agustín dijo del tiempo: "Si no me preguntan lo sé; si me preguntan no lo sé". 
     Entre los misterios que intrigan a Borges figura el que los poetas empleen siempre las mismas metáforas, basadas en sólo doce afinidades esenciales. Por eso tienen un gran porvenir: faltan muchas que no han sido descubiertas. Hace memorables a las Coplas de Manrique no sus metáforas sino la grave música de sus versos. El arte es artificio y toda literatura está hecha de trucos. La victoria consiste en ocultarlos o justificarlos. Borges rechaza el término "creador": el poeta no es sino el hacedor de algo en que pueden escucharse todas las voces.
      
     Cantar, contar, traducir

     "La narración del cuento" es una conferencia valiente en una época en la que estaba prohibida la poesía narrativa. En principio verso y cuento eran la misma cosa. Se narraba una historia al mismo tiempo que se cantaba un poema. La humanidad necesita de la épica y la épica requiere de un héroe. El siglo XX no cree en la felicidad ni en la victoria. Por tanto las dos guerras mundiales no produjeron ningún poema épico. Queda la novela, que Borges considera su degradación y supone destinada a morir, mientras que el cuento es inmortal porque nunca nos cansaremos de escuchar ni de leer relatos.
     Al escribir The Canterbury Tales Chaucer no sintió la obligación de inventar nuevas historias. Su originalidad consistía en el modo de recontar las antiguas. La invención de tramas empezó en el siglo XIX con Hawthorne y Poe y ha llegado al exceso. Borges piensa que volverá un momento en que el poeta y el narrador no se distingan, como no podemos diferenciarlos en Homero y Virgilio.
     En aquellos años Borges trabajaba en su admirable versión de Whitman y en traducirse al inglés con Norman Thomas Di Giovanni. Acerca de las traducciones poéticas, piensa que la literalidad no existe: Good morning no se traduce como "buena mañana" sino como "buenos días". En las lenguas romances no decimos It is cold. Hablamos de que Il fait froid, Fa freddo, "hace frío". A nadie se le ocurriría trasladarlo al inglés como It makes cold. Los traductores clásicos pensaron en la lengua vernácula y en el poema en sí mismo, al punto de que los lectores de su idioma no necesitaran del original.
     El literalismo, piensa Borges, es herencia de las traducciones bíblicas. Seguros de que se enfrentaban a la palabra de Dios, sus intérpretes no osaron modificar nada. El alemán distingue entre la simple traducción (Übersetzung), la versión poética (Nachdichtung) y el poema tejido en derredor de otro poema (Umdichtung), como los que hizo Stefan George en torno a Les fleurs du mal.
     Las conferencias pueden ser oscilatorias y divagatorias, a diferencia de la concisión y velocidad del texto borgeano. La abundancia de citas y referencias es tan notable como el poder de hablar sin notas en un idioma que, por íntimo que le resulte, no es su lengua materna. El ultraísta de 1921 reaparece cuando Borges se atreve a decir en una ciudadela del puritanismo que los Evangelios son un poema épico como la Iliada y la Odisea, a descreer en pleno Harvard de la teoría, la historia literaria, las perspectivas biográficas, las escuelas, las influencias: medios de impedir que hable la música de las palabras, símbolos de las memorias compartidas. This Craft of Verse, como toda la crítica de Borges, defiende la libertad del lector contra las pretensiones de los autores y sus intérpretes. El poder está en otra parte. Porque, después de todo, uno lee lo que quiere pero escribe lo que puede. 
 


José Emilio Pacheco 



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